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Nagara

Caracolas

Orgasmos.

Yo suspiré después de haber tenido 3 orgasmos. Me quedé mirando al techo. Después de la explosión de placer, un gran vacío se apoderó de mi. Masturbarse era una forma de aplacar la soledad. Por unos instantes la mente se desvanecía en las sensaciones corporales que mi imaginación y mis manos daban forma. Pero tras eso, todo volvía a ser como siempre, y mi cama se encontraba vacía, nadie me abrazaba al terminar, ni me besaba con cariño; no había sonrisas cómplices,ni bromas pos-polvo, no había nada. Sólo un sudor que me impregnaba y que me sabía más amargo que nunca. Una noche, y otra, y otra , durante meses, casi ya un año. ¿ Hasta cuando? No, no era sexo lo que buscaba, pues eso era bien fácil de conseguir. Lo que anhelaba era el sexo con amor, o mejor dicho, una serie de factores durante la vida cotidiana junto a otra persona, y que algunas noches terminaran con el deseo sexual satisfecho. Es decir, el amor. Ahí radica gran diferencia con el sexo masculino. Cuando una mujer se masturba, no necesariamente es por excitación sexual. También es una forma de entretener a la mente, de jugar, de hacerla creer que un hombre es el que nos está amando con su cuerpo y su corazón. En fin, da igual. Después de ir al cuarto de baño a refrescarme, me tumbé de nuevo, y el silencio absoluto de la casa caía con aplomo sobre mi. La sensación era escalofriante, con la clara impresión de saber que una existe porque está respirando. Cerré los ojos con las lágrimas a punto de salir, y me sumergí en un sueño sin sueños, como los de cada noche.

Crónicas de una muerte vengada.

Quiero saber que cuando el alba muere y las alas se mueven, una brisa mia te acaricia el pelo. Que con los sudores apasionados y las uñas arañando otra espalda, mi rostro tomará tu mente aciéndote prisionero. Quiero que una lágrima, negra, fría, vacía, te recorra el rostro sabiendo que sólo soy pasado. Quiero que te sientas morir al saber que abandoné este mundo y que jamás volverás a acariciarme. Quiero que a su lado no seas feliz jamás y que una condena infinita caiga sobre ti cada noche. Que quieras seguirme, que te sientas encarcelado y sufriendo una lenta agonía. Quiero que te arrepientas de todo lo que me hiciste. Quiero que sientas el mismo frío que siento yo ahora,pero por siempre.

Paranoias de clase

Pero vamos a ver, que hay profesores cabrones lo sabe to dios. Además allá donde estés, allá donde habrá uno. No se si se contagian o ya nacen así. Y me preocupo. Miro al cabrón-calvo-canijo-malaje, lo miro a los ojos que esconde tras unas gafas de culo-botella. Intento mirar a aquel estudiante que una vez fue, que tenía sus ilusiones y sueños, que esperaba revelar el hallazgo del eslabón perdido. Le pondría su nombre, manejaría una expedición arqueológica, escribiría libros, saldría en las revistas de historia, en el Nathional Greografic, documentales, premios, homenajes... y ZAS, terminó la carrera y la vida lo aplastó como a una hormiguita. Empezó a dar clases en el instituto pero, solo por un tiempo. Luego se pasó a la universidad. Mientras tanto cátedras, ensayos, viajes... Todo sería útil cuando pudiera dejar de dar clases... Pero el tiempo corría veloz, se casó y tuvo a dos niñas, y seguía dando clases. Cada vez sus sueños iban muriendo. Y así llegó a los 58 años, en el mismo lugar, dando clases. Con más experiencias, y escritos, y paranoias, pero sin haber descubierto al eslabón, sin haber realizado ni uno de sus sueños. Y ahí está, delante de 40 personas, unas atienden, otras disimulan como si lo hicieran, la mayoría dormitaba. Las 4 de la tarde. Era consciente de que la hora era una putada, además ni siquiera se esforzaba ya en dar clases animadas y participativas. Año tras año su espíritu se fue muriendo. Era una pasa. Quizá su vida no fue así, pero estoy casi segura de que sí. Y tras tanto mirarlo me da pena, y miedo, no quiero terminar como él. Casi ternura me entra. Entonces se me acerca con sus ojillos azules , fríos como el hielo, muertos como su espíritu, y me da mi trabajo con un 3 de nota. " Me cago en tu puta madre so cabrón!!" , pienso, y entonces se me va toda la ternura y pena, y se me queda un sabor amargo y un cabreo que me llena el cerebro.

En el cole.

Bajo el uniforme del colegio la niña llevaba un vestido de princesa,y en vez de lápices una varita mágica que convertiría en sapos a los niños que se metían con ella y la hacían llorar. En los cuadernos pócimas mágicas, y en los recreos miles de historias que contar. Metida en su mundo de fantasías el dolor de afuera no la podía alcanzar. Al llegar a casa se metía en su cuarto, en su palacio de cuentos, donde una golondrina le traería flores del lejano oriente, flores con las que haría un amuleto para luchar contra el miedo y la soledad. Al día siguiente a las ocho de la mañana volvía al mundo de monstruos y bestias, donde las varitas mágicas no le funcionaban nunca, y donde era inevitablemente vulnerable.

Pequeños

Pequeños Que la sonrisa de un niño te atraviese hasta hacerte volver a cuando jugabas con muñecos, soñabas con vidas posibles, y comias caramelos al salir de clase. Que nunca se te olvide que un día fuiste pequeño tú también.

Calma

La felicidad en la calma,
pocas veces la alcancé como en estos momentos.
LLuvia, sol, nubes, mar, y paz, mucha paz.
Paz tranquila, bajo las gaviotas,
sabiéndome segura como nunca antes,
fuerte ante terremotos, dulce ante caricias.
La lluvia cae sobre mi,
mojando mi pelo y mis ropas,
y unas ganas eternas de reir me invaden.
Nada más feliz que la dulce tranquilidad.

Gotitas de lluvia.

Llovía, vaya que si llovía. Recuerdo que estaba en un pequeño bosque de pinos y arbustos. Lejos estaba la casa que humeaba por su chimenea. Pude haber corrido hacia su interior para refugiarme, pero no lo hice. No quise. Me quedé quieta, y cerré los ojos. Respiraba profundamente llenándome de esa humedad y ese frescor que sólo existe en el campo cuando llueve. Notaba las gotas de agua caer sobre mi pelo, y como poco a poco se me iba mojando. Las gotas caían arriba de mi cabeza para luego resbalar hacia las puntas de mi cabello. Luego caían sobre mi jersey en el que morían. Me empapaba entera: pelo, cara, cuello, jersey de lana rojo, pantalones vaqueros, botas de montaña... Y amaba ese momento. Al respirar humo blanco salía de mi boca por culpa del frío. Tendría la nariz roja, seguro, y a esas alturas no notaba los extremos de los dedos. En la casa ya estaban todos, me estarían esperando con un buen tazón de sopa caliente. "¿Dónde se ha metido esta niña?" preguntarían. El jersey pesaba mucho, y el pantalón se me pegaba a las piernas, los calcetines ya se había calado. Me daba igual. Respiraba profundamente el olor a lluvia en el campo. Ese momento se me adentraba en el cuerpo al igual que las gotitas, pero con una diferencia: la lluvia se secó, pero ese instante permaneció en mi interior para siempre. Era lluvia de campo, que no es igual que la de ciudad. Esa lluvia olía a vida, a nuevo, a felicidad, a libertad. Y yo amaba ese momento.

Ella

Ella, que es yo, y la otra. Ella, con cuerpo distinto que repite la misma historia. Ahora ocupa tu lecho, tu corazón, tus hábitos que no cambian. Ella, enamorada como yo lo estuve, y como la otra, que te mira y suspira, que te sigue donde tú quieras, que daría la vida por ti, que piensa amarte para toda la vida. Ahora haces lo mismo con ella que hiciste conmigo, y con la otra. Para ti no somos diferentes, somos la misma con distintos cuerpos. Ella, que se cree especial, única, a la que le dices que es tu chica ideal, que no sentiste igual por otra. Ella, que no sabe que te repites una y otra vez, sin cambiar constumbres, ni palabras, ni besos. Como un eco que se repite sin cesar. No lo sabe, pero ella ya fui yo, ya fue la otra.

De otro mundo.

El aire del mar de azufre ondeaba su pelo azul. Con sus manos grises jugaba con la arena. Miraba la segunda luna y pensaba en otros mundos paralelos, donde algún otro ser hiciera algo semejante uniéndose así en un rito que los conectase durante décimas de segundos.

La princesita.

La princesita tenía 6 añitos, pelo moreno por los hombros, unos ojos grandes y negros, y un vestidito blanco como la nieve.

La princesita no tenía nombre porque nunca nadie se lo puso.

La princesita jugaba a saltar de planeta en planeta, de estrella en estrella, buscando siempre un lugar donde el amor reinara sobre todas las cosas. En cada lugar plantaba una banderita en la que se veía su carita triste, así íría contando los lugares fallidos.

La princesita encontraba en el camino a muchos viajeros de otros planetas que le contaban de sus lugares. Cada uno era diferente y único, lo que hacía que a cada encuentro se ilusionara y aprendiera cosas nuevas. Recordaba a un ser pequeñito, gordito como una bola de pelos y una nariz redonda y roja. Le contó que en su mundo el cielo está abajo, y el mar arriba. Que pescaban pájaros, y que tenían en jaulas como mascotas a algunos peces. Dijo que castigaban el ser buenos, y que daban medallas a quien matara. A la princesita no le gustó aquello, pero lo respetó por ser un planeta único.

Otra vez la princesita coincidió con un ser alto, muy alto, tan alto que no se podía ver el rostro, tenía la piel naranja y unos pies muy grandes que le hicieron sonreir. Le contó que tenía un caracol de tres metros como mascota, que le gustaba comer flores lilas y que no había noche ni día en su planeta, sólo un eterno atardecer. A la princesita le pareció curioso ese lugar, y se prometió ir algún día a visitarlo.

A veces, la princesita se sentía muy cansada de buscar sin éxito el planeta del amor.Sabía que existía, lo presentía. Desde que su planeta se destruyó ,la princesita vagaba buscando ese lugar. Se sentaba al borde de alguna estrella mientras miraba el universo intentando adivinar el sitio exacto. Jugaba a acertar, aunque nunca lo conseguía.
Solía coger el polvo estelar entre los deditos porque le hacía muchas cosquillas.

(Continuará a la vuelta del mes)

Mi amiga María

Mi amiga María: Con dos niños a tu cargo, uno fruto de una violación, otro de una noche absurda, un cuerpo enclenque, la prostitución como única forma de conseguir alimento, 16 años en tu cuerpo y 16000 magulladuras de la vida. Mi amiga María, que tu padre os abandonó a ti y a tus 6 hermanos, que tienes también que cuidar a 4 de ellos, tu madre metida hasta el cuello en la droga, y los pequeños jugando en el basurero. Tu mundo está entre olor a descomposición, moscas, planchas de metal y plástico. Y miras a lo lejos, en el carnaval de Río de Janeiro, plumas y colores, sonidos, olores, y quieres jugar a ser la niña que serías. Pobre mi amiga María, con una infancia robada, y la esclavitud de ser adulta antes de tiempo sobre sus hombros.
Mi amiga María es una niña. Mi amiga María ya es mujer.

La mejor mujer.

La mejor mujer,
la más noble,
la más cariñosa,
la más inteligente,
la más fría,
la más ardiente,
la más soñadora,
la más realista,
la más hermosa,
la más interesante,
la más loca,
la más dulce,
la más original...
Soy yo.
¿Y por qué?
Porque así es,
porque no hay mayor alegría
que quererse a uno mismo.

Duele... a veces.

Duele saber, a veces,
que quien una vez estuvo a mi lado,
compartiendo risas, llantos,
pero siempre en la lejanía,
cruzó el horizonte sin despedirse.

Duele, a veces,
entender que cuando la noche me cubría,
y mi pecho necesitaba apoyo,
a mi lado miles de mariposas
revoloteaban crueles.

Duele, algunas veces,
comprender que cuando mi alegría rebososaba,
y buscaba una cara amiga para reir,
a mi lado llovía despacio
una cortina imposible de penetrar.

Ahora, pocas veces duele,
quizás por la fuerza de la costumbre,
quizás por las mariposas o la lluvía,
saber que siempre estuve sola,
comprender que jamás estaré en soledad.

Verdades

Me odiaron, sin duda, porque dije las verdades a la cara.
Hubo quien no lo soportó y se marchó de mi lado,
prefiriendo vivir en la ignorancia total.
No me importa.
Diré las verdades,
aunque me quede sola.

Ana

Ana se pasó años esperándo verlo pasar por la calle desde su balcón. Desde que terminaron no volvió a verlo,aunque sabía que no se había marchado del pueblo. No entendía cómo siendo un lugar tan pequeño, no viera a una persona que en algún momento del día pasaba por la calle principal. Al principio sólo por curiosidad, por saber cómo estaba, si iba acompañado o no, se asentaba en el balcón casi intentando convencerse de que sólo quería tomar el aire fresco. Veranos, inviernos, primaveras... las estaciones se sucedían a medida que aumentaba su ansiedad y su desesperación. Fácil sería ir a su casa y llamar a su puerta, pero la humillación de tiempos pasados, palabras mal sonadas, y el tiempo sin tener contacto eran evidencias que le hacían saber que eso sería una estupidez, pues él, a estas alturas, estaría con una mujer, o casado quizás, puede que incluso con hijos. Sabía dónde trabaja, vivía, en qué bar se reunía con sus amigos... Pero en cambio no sabía de su rostro tras el paso de los años. No lo veía por más que lo intentaba. Como centinela en guardia pasaba las noches y los días con su ilusión. La vida continuaba implacable. Consiguió un trabajo en la panadería del pueblo, movida claramente a intentar verlo en alguna ocasión. Pero fue en vano, pues sólo veía a su madre o a su hermana, con las cuales no intercambiaba más que dos o tres frases. Mantenía su vida equilibrada salvo por el detalle de la obsesión que marcaba el ritmo de su vida.
Así pasaron los años, 60 en concreto, hasta que una noche de verano su nieta Marga la encontró inerte en el balcón. Nunca contó a nadie su secreto. Nunca nadie supo por qué esa obsesión. Lo que Ana no supo jamás, es que a su entierro acudió un hombre muy mayor, que lloraba amargamente, y que tiró 60 rosas sobre la tumba.

De Steloide web.

1) ¿Alguna vez te has hecho leer la suerte?
El futuro una amiga. Pero más que el futuro leía lo evidente. Sigo sin creer en eso.

2) ¿Crees en los sueños premonitorios? ¿Alguna vez has tenido alguno?
Pues no sé, yo no los he tenido.

3) ¿Alguna vez has vivido un episodio de percepción extra sensorial?
Qué términos más raros leches!! Pues ni idea, pero si los he tenido los he ignorado, me aferro a la lógica aplastante y la ciencia.

4) ¿Crees en el poder de la mente?
Si, aunque yo no lo se usar.

5) ¿Confías en tus primeras impresiones y corazonadas?
No, y es malo, porque simpre acierto al final. Jaja, tengo que hacerme más caso.

Ecos

- Pues yo creo que Pablo se pasó conmigo, no debió contestarme así.
- Es verdad, pero ya sabes que siempre fue tonto.
- Si, pero yo me ilusioné mucho.
- Ya ves para qué te ha servido.
- Bueno, ¿ sabes algo de Clara?
- No, hace meses que no hablamos.
- Que pena, yo tampoco.
- ¿ Jugamos al parchís?
- Venga vale.

- Mariaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa , deja ya de hablar sola.
- Sí mamá.

Cerezas

Cerezas Sobre su cuello resbalaba una fina cadena de oro de la que colgaba un colgante de dos pequeñas cerezas con rabito de oro. Se lo regalaron sus padrinos hacía más de diez años, pues ellos vivían en el Valle del Jerte. Siempre le gustaron, pues, aunque no le agraciaba demasiado el metal dorado, las pequeñas cerecitas siempre le hicieron gracia. Símbolo de fertilidad la fruta, que ironía, hoy que le comunicaban que no podría engendrar hijos. Con la mano acariciaba el colgante sentada en un parque mientras miraba a los niños jugar. Nunca pensó seriamente en tener hijos, pero ahora que le habían comunicado que no los podría tener,un peso le invadió. Ahora sí los quería tener. Le quedaba el poder adoptar,y aunque la idea en un principio no le llenaba el vacío, poco a poco se empezó a ilusionar. Mañana mismo pondría los papeles en marcha.
Pasados tres años desde el comienzo de la adopción, un día le llegó una carta, diciendo que dos gemelas de 4 años estaban listas para ser adoptadas por ella. La alegría le recorrió todo el cuerpo, y el miedo, porque pensaba adoptar a un solo niño. Pero después pensó que, si ella nos las adoptaba, quizá otra familia las separaría cruelmente. Miró la habitación que tenía preparada: total, solo una cama por una litera.
La vida se le llenó de golpe, de nuevo con dos cerezas, y esta vez daría fruto el amor que les diera.

... Y Norah Jones éra cómplice.

Sonaba Norah Jones en el salón de un piso donde se cocinaba esa noche la pasión vestida de amor. Él estuvo toda la noche preparando el lugar: poca luz, algo de vino, mucho cariño... Ella estuvo todo el día nerviosa eligiendo vestido.
Él le acariciaba el cuello con los dedos ahora que estaban en el sofá. Ella sonreía mirándolo a los ojos. El acercamiento de dos tempestades en calma juntándose en un beso húmedo y deseado.Sus manos tomaron forma de ambos cuerpos mientras la ropa iba cayendo despacio. Dos cuerpos desnudos amándose en silencio y despacio, muy despacio, para saborear cada instante de aquel momento mágico. Se miraban a los ojos, sonreían mientras sus lenguas se entrelazaban. Caricias, besos, sonrisas, milagros que llegaban hasta el centro mismo del universo. Dos seres unidos en uno solo. La noche paró, se hizo eterna mientras ambos alcanzaban el paraiso abrazados. Abrazados como amanecerían, en la isla del amor. Y Norah Jones fue cómplice.

La esclavitud de la apariencia.

- Pues que quieres que te diga, pero no comprendo como no te puedes permitir el salir a la calle en chandal, desareglada.
- Pues ya ves. No puedo. Yo me tengo que arreglar incluso para bajar a por pan.
- Yo no podría ser feliz así, presa de la imágen. Además, que los tíos digan borderios a tu paso no se por qué te hace feliz.
- Me siento atractiva.
- Ya, entiendo. Pero yo me siento mejor cuando me piropean cuando voy normal vestida. Porque cuando me pinto y me pongo una falda se que a quien piropean es a la apariencia y nada más. Porque , ¿sabes?, la belleza rebestida la pueden tener todas, pero la belleza natural no. Además, la autentica belleza no se esconde con una falda o un maquillaje. Y el auténtico piropo es cuando una persona te dice: te amo por como eres, simplemente.
- Muy bonito, pero yo sin mi maquillaje no salgo a la calle.
- Como quieras. Pero dime qué harás, si un día te llevas a uno de esos galanes de calle a la cama seducido por tu atractivo de mentira, y al levantarse y verte con la cara lavada hulla horrorizado. Lo siento, pero es más hermoso que alguien se acueste en tu cama viendo tu cara lavada.
- No me convences.
- Lo se, pero tenia que intentarlo.