La princesita.
La princesita tenía 6 añitos, pelo moreno por los hombros, unos ojos grandes y negros, y un vestidito blanco como la nieve.
La princesita no tenía nombre porque nunca nadie se lo puso.
La princesita jugaba a saltar de planeta en planeta, de estrella en estrella, buscando siempre un lugar donde el amor reinara sobre todas las cosas. En cada lugar plantaba una banderita en la que se veía su carita triste, así íría contando los lugares fallidos.
La princesita encontraba en el camino a muchos viajeros de otros planetas que le contaban de sus lugares. Cada uno era diferente y único, lo que hacía que a cada encuentro se ilusionara y aprendiera cosas nuevas. Recordaba a un ser pequeñito, gordito como una bola de pelos y una nariz redonda y roja. Le contó que en su mundo el cielo está abajo, y el mar arriba. Que pescaban pájaros, y que tenían en jaulas como mascotas a algunos peces. Dijo que castigaban el ser buenos, y que daban medallas a quien matara. A la princesita no le gustó aquello, pero lo respetó por ser un planeta único.
Otra vez la princesita coincidió con un ser alto, muy alto, tan alto que no se podía ver el rostro, tenía la piel naranja y unos pies muy grandes que le hicieron sonreir. Le contó que tenía un caracol de tres metros como mascota, que le gustaba comer flores lilas y que no había noche ni día en su planeta, sólo un eterno atardecer. A la princesita le pareció curioso ese lugar, y se prometió ir algún día a visitarlo.
A veces, la princesita se sentía muy cansada de buscar sin éxito el planeta del amor.Sabía que existía, lo presentía. Desde que su planeta se destruyó ,la princesita vagaba buscando ese lugar. Se sentaba al borde de alguna estrella mientras miraba el universo intentando adivinar el sitio exacto. Jugaba a acertar, aunque nunca lo conseguía.
Solía coger el polvo estelar entre los deditos porque le hacía muchas cosquillas.
(Continuará a la vuelta del mes)
La princesita no tenía nombre porque nunca nadie se lo puso.
La princesita jugaba a saltar de planeta en planeta, de estrella en estrella, buscando siempre un lugar donde el amor reinara sobre todas las cosas. En cada lugar plantaba una banderita en la que se veía su carita triste, así íría contando los lugares fallidos.
La princesita encontraba en el camino a muchos viajeros de otros planetas que le contaban de sus lugares. Cada uno era diferente y único, lo que hacía que a cada encuentro se ilusionara y aprendiera cosas nuevas. Recordaba a un ser pequeñito, gordito como una bola de pelos y una nariz redonda y roja. Le contó que en su mundo el cielo está abajo, y el mar arriba. Que pescaban pájaros, y que tenían en jaulas como mascotas a algunos peces. Dijo que castigaban el ser buenos, y que daban medallas a quien matara. A la princesita no le gustó aquello, pero lo respetó por ser un planeta único.
Otra vez la princesita coincidió con un ser alto, muy alto, tan alto que no se podía ver el rostro, tenía la piel naranja y unos pies muy grandes que le hicieron sonreir. Le contó que tenía un caracol de tres metros como mascota, que le gustaba comer flores lilas y que no había noche ni día en su planeta, sólo un eterno atardecer. A la princesita le pareció curioso ese lugar, y se prometió ir algún día a visitarlo.
A veces, la princesita se sentía muy cansada de buscar sin éxito el planeta del amor.Sabía que existía, lo presentía. Desde que su planeta se destruyó ,la princesita vagaba buscando ese lugar. Se sentaba al borde de alguna estrella mientras miraba el universo intentando adivinar el sitio exacto. Jugaba a acertar, aunque nunca lo conseguía.
Solía coger el polvo estelar entre los deditos porque le hacía muchas cosquillas.
(Continuará a la vuelta del mes)
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