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Nagara

Cerezas

Cerezas Sobre su cuello resbalaba una fina cadena de oro de la que colgaba un colgante de dos pequeñas cerezas con rabito de oro. Se lo regalaron sus padrinos hacía más de diez años, pues ellos vivían en el Valle del Jerte. Siempre le gustaron, pues, aunque no le agraciaba demasiado el metal dorado, las pequeñas cerecitas siempre le hicieron gracia. Símbolo de fertilidad la fruta, que ironía, hoy que le comunicaban que no podría engendrar hijos. Con la mano acariciaba el colgante sentada en un parque mientras miraba a los niños jugar. Nunca pensó seriamente en tener hijos, pero ahora que le habían comunicado que no los podría tener,un peso le invadió. Ahora sí los quería tener. Le quedaba el poder adoptar,y aunque la idea en un principio no le llenaba el vacío, poco a poco se empezó a ilusionar. Mañana mismo pondría los papeles en marcha.
Pasados tres años desde el comienzo de la adopción, un día le llegó una carta, diciendo que dos gemelas de 4 años estaban listas para ser adoptadas por ella. La alegría le recorrió todo el cuerpo, y el miedo, porque pensaba adoptar a un solo niño. Pero después pensó que, si ella nos las adoptaba, quizá otra familia las separaría cruelmente. Miró la habitación que tenía preparada: total, solo una cama por una litera.
La vida se le llenó de golpe, de nuevo con dos cerezas, y esta vez daría fruto el amor que les diera.

3 comentarios

Arakne -

Precioso y profético cuento Nagara. Besos :)

nini -

Que bonito!me ha emocionado

Jota -

Me gusta esa forma de pensar, siempre positiva, siempre hacia delante. Y ya se sabe que las cerezas siempre van de 2 en 2.