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Nagara

Noviembre 2003

Lluvia

En los días de lluvia todos los sentimientos salen, imparables, como un volcán explotando dentro del pecho. Todos, y los más profundos:
El recuerdo: Sí, comienzo a recordar, a repasar mi vida, mis días. Y afloran los más recientes. Y aflora él. Como no. Siempre él. Recuerdo que ya hace un año que nos conocimos, que la ilusión se apoderó de nosotros, que nos embarcamos demasiado pronto en una aventura que terminaría en naufragio, que pronto se alejó de mí, que la felicidad se tornó en soledad...
Soledad: Porque ya no está a mi lado, porque me sentía acompañada y feliz con un simple abrazo suyo, hasta que me empezó a decepcionar porque no era lo que yo buscaba, porque ya sólo me hacía sentir dolor...
Dolor: Porque me despreciaba, porque no me quería, porque me mentía y me usaba, hasta que en mí caló la sed de venganza...
Venganza: Nunca he sido vengativa, pero es algo que debo hacer. Mi alma así lo precisa. Por haberme sentido como un trapo sucio, como una muñeca sin voluntad. Venganza que alimentaba al irritarme cuando me decía sin ningún pudor que no me quería, que sólo deseaba mi sexo con ganas casi irrefrenables porque nadie le dio tanto placer. Y llegó hasta darme asco, y así llegué a la felicidad...
Felicidad: Sí, de no estar con él. Porque repasé todos sus defectos y supe que no lo quería a mi lado. Que había perdido el tiempo, y que aún tenía orgullo...
Orgullo: Lo tenía, porque no era él. Porque en todo momento lo amé, y no me reducía a sexo, cómo él lo hizo consigo mismo. Porque soy algo más. Porque pienso, siento, reflexiono y disfruto ante la lluvia.
Lluvia: Que la vi más bonita que nunca, por dar colores distintos a la ciudad, por traer sabia de vida, por refrescar las ideas, por llevarse malos momentos.
Pero es un ciclo, porque vuelvo a empezar por el recuerdo, que lejos de olvidarlo, cada noche pienso más y más en él, o en la idea que tengo de quien una vez quise que fuera. Y cada noche lo ansío y le lloro con lágrimas de plata que se derraman por mi mejilla como las gotas de lluvia por el cristal.

Febrero 2004

14:30

Ahora que me encuentro aquí, sola, frente al mar, queriendo huir de esa rutina que se me antoja obligada, pienso en lo absurdo de la vida. ¿Quién me dice a mi que no debo estar aquí, que debería estar en la facultad? ¿quién me dice que no puedo disfrutar de este momento de soledad íntima? El soplo de la brisa marina me acaricia una mejilla, en la otra el sol, y delante, la marea canta la nana del marinero. El paisaje, hoy, es tranquilo. El color diría yo que, hoy, es verde oscuro, y el cielo azul pálido, porque en el horizonte se percibe la niebla. Empiezo a tener calor. La fría intimidad que hoy dispongo y que venía acompañando la soledad durante estos días, hoy ha sido aumentada. No quisiera saber cómo he llegado a esta situación, si por actos propios o por mala suerte. Lo cierto es que no es nuevo.
Recuerdo la última vez que estuve en este mismo lugar, habiéndome escapado del instituto para ver a mi novio. Estaba tan enamorada que no me daba cuenta de que me hacía más mal que bien. Y aquí estábamos, batido y donuts pasando las horas sabiendo que al llegar a casa una soberana bronca me esperaba. El enemigo eran ellos, porque , de alguna manera, era la primera vez que no me sentía tan sola. Éramos dos. Es lo que tiene el primer gran amor. Apurábamos la tarde, viendo como el sol se escondía aquí, en este mismo lugar. Pero, eso fue antaño.
( Ahora dos palomas corretean delante mía buscando algo que comer. Que pena, debería tener aquí algo de pan para ellas )
Este monomio que soy yo, siempre ha sido así. De pequeña, en el colegio, me pasaba el recreo en un rincón sola, esperando que acabase para volver a clase, y así no notar tan profundamente mi soledad. Aunque en realidad, no se qué era peor, pues una vez arriba tenía que enfrentarme a palabras, miradas , insultos... y yo callaba, aguantaba, y al llegar a casa lloraba. Siempre fui más que buena tonta. Ahora que miro atrás no se por qué me hacían eso. Aunque no era sólo a mi. No era gorda, ni fea, ni tenía grandes gafas, ni era empollona, pero no usaba ropa de marca, ni me metía con otra gente, ni me creía superior... Y por eso me cayó tal cruz. Los niños son muy crueles. No tengo ningún recuerdo bonito de mi época en el colegio. Las pocas amigas que tenía me hacían daño continuamente.
Viendo el brillo dorado del mar, pienso que me gustaría tener a alguien a mi lado con quien compartirlo. Como barco a la deriva, mi espuma se diluye sin que nadie se percate. Voy hacia el horizonte sin rumbo fijo. Tras la tormenta, el palo mayor se rompió, la cadena del ancla se ha partido, la velas rajadas, el timón no gira, la bodega inundada, la cubierta llena de algas, el casco agrietado, pero flotando, siempre flotando. Quizá las corriente marinas me lleven a un puerto donde me reparen. Navegación de cabotaje, sin brújula ni norte, atisbando la tierra sin llegar nunca a ella, sombra inalcanzable que se antoja lejana.
Miro a la derecha y veo una mujer leyendo un libro, y yo aquí escribiendo. Esto debe ser el lugar de meditación. Por detrás pasan gentes, coches... así es el paseo marítimo.
( Ya las palomas se fueron. Pasan surferos con sus tablas )

Después de tanto meditar, una señora mayor se me sentó al lado ( como no, siempre me pasan cosas raras, menos mal que esta vez no era un loco) y se me ha puedo a charlar. Cuando lo vi conveniente me despedí y me vine a casa. En realidad el texto es bastante más largo, pero digo tantas estupideces sin sentido que he optado por cortarlo. En fin, una tarde alternativa reflexionando ante el mar.

La vida que nunca quiso tener (5)

Nada más bajar del avión el miedo se apoderó de ella. Era la primera vez que se iba a otro país con sólo una dirección en la mano. Vaqueros, botas, camisa, un jersey, una mochila, y un maleta era todo lo que llevaba, a parte de un nudo en el estómago diferente al que tuvo los días anteriores. Un taxista la dejó a la puerta de un edificio de ladrillos rojos. No parecía un barrio con seguridad ciudadana. Le dio al botón del telefonillo pero no funcionaba, así que subió escaleras arriba con bastante congoja, todo sea dicho. Olía fatal , ratas corrían por los pasillos, se escuchaba un niño llorar y una mujer gritando. “Bien, aquí voy”. Delante de la puerta todo le parecía surrealista. “Al menos he llegado.”

- Toc toc toc.
- Fuck you!!!

Amelia no sabía si salir corriendo o volver a llamar. La voz le sonaba reconocible, pero no del todo.

- ¿ Fran? Soy... soy yo, Amelia. ¿ Estás ahí?

Pasaron unos minutos cuando la puerta se abrió. Era él, o eso creía. Barba más que incipiente, boca reseca, aliento a puro alcohol, chándal con un olor nada agradable. Y el piso no parecía mucho mejor.

- ¡¡Coño!! He bebido demasiado.

Después de unos minutos explicándole que no, que ella estaba allí de verdad, Amelia pensó que menos mal que había ido. Los dos en la miseria al mismo tiempo, aunque él bastante peor que ella. Con esfuerzo lo llevó hasta la placa de la ducha, lo metió debajo y lo empapó de agua fría durante cinco minutos haciendo caso omiso de sus quejas y palabras, seguro mal sonantes, aunque no las entendía. Luego tiró la ropa que había encima de la cama al suelo, lo desnudó y lo echó allí tapándolo con una manta. Lo encontró tan desmejorado... Nunca fue gran cosa, un tipo normal. Pero esos meses lo habían machacado. Tenía más barriga cervecera que nunca, el pelo reliado y estropajoso, ojeras, barba de varios días... De repente le dio pena. “ Pues si depende de este tipo mi salvación...”
Se acercó a la ventana. No se veía el cielo. Otro edificio lo tapaba, en el que justo abajo había un prostíbulo bastante concurrido. Ya era de noche. Se supo perdida en una gran ciudad, en un agujero de oscuridad, sin Ismael ni Sabina, sin esperanzas de que alguien la rescatara. Ni siquiera sabía qué pasaría al día siguiente. Quería huir, regresar a algún lugar conocido.

Mirando al suelo del apartamento se dio de bruces con un montón de sueños rotos. Todos los libros que Fran había escrito se encontraban destrozados, el último en concreto medio quemado. Una revista de crítica abierta por una página. Una foto de una mujer rubia partida por la mitad. Vasos usados, botellas vacías... “ Nos estrellamos contra las rocas... Quién dijo que los sueños se consiguen con esfuerzo.”
No sabía si recoger ese cementerio de sueños o respetar el luto. Se sentó en el sofá y cogió una botella de ron. No caería en el fácil error de emborracharse ella también. Esta vez no. Sólo lo justo para poder dormir entre tanta muerte de sueños.

La vida que nunca quiso tener (4)

La tarde iba muriendo. A medida que pasaban los minutos más nubes oscuras se acumulaban en el cielo. “Esta noche lloverá y no se verán las estrellas” En las grandes ciudades las estrellas no se ven nada o casi nada. Si acaso las de cine o música. Pero en ciudades como Cádiz eran esas estrellas las difíciles de visualizar. Las del cielo, los astros, siempre se veían con claridad. La estrella Polar, la Osa Mayor, la Menor, el Cinturón de Orión... Sólo cuando había Luna llena costaba un poco, pero bastaba con bajar a la playa para verlas. Y entonces el paisaje era espléndido. La gran Luna arriba, dejando su surco de luz en el mar oscuro en calma, y las estrellas alrededor. Pero esa noche no sería así. No se vería nada de eso.
Llevaba todo el día dándole vueltas a la cabeza. Las mujeres de los libros que solía leer nunca actuaban de ese modo. No dejaban pasar las horas haciendo nada. Lo que le confirmó que por ese camino no llegaría a cambiar. “Maldito seas Fran, ¿ dónde te metes?” Necesitaba que fuera a su casa, que le diera una bofetada, que la incorporara, y le dijera eso de “ Es un cabrón, no le des más vueltas.”

Pero a saber dónde andaba ahora. Pensó en llamarlo, localizarlo allá donde estuviera, y pedirle, rogarle que la rescatara. No le pareció lo más adecuado. Le fastidiaría sus conferencias, sus firmas, sus contratos... Ya no estaba allí. Nunca volvería a estar. Como mucho tendría que esperar a que llegase una postal o algún e-mail.
Se levantó sin ganas para ir a la cocina y beber un poco de agua. Vaya cocina. Hacía una semana que no limpiaba, ni fregaba, ni ordenaba aquello. Dudó en si hacerlo en ese momento, pero rechazó la idea para más tarde. Se acercó al cuarto de baño. Se miró sin querer en el espejo: ojeras hasta el suelo, ojos rojos de pasar las noches en vela, el pelo moreno recogido en una coleta mal hecha, el pijama de cuadros lleno de miguitas de pan y pelusas... “ Desde luego estoy hecha un cuadro. Llevo una semana de vacaciones y ya estoy así. A este ritmo no aguanto el mes entero.” En ese momento se le ocurrió algo que de absurdo que parecía era buena idea. Viajaría a ver algún amigo. Y el primero en quien pensó fue en Fran. Iría donde estuviera, charlarían, tomarían copas, se lo pasarían bien, y luego ella regresaría dejándolo seguir con su vida. Muchas contrariedades se le pasaron por la mente: quizá no tenga tiempo. No le apetecerá verme...” Pero decidió que por intentarlo no pasaría nada. Sólo necesitaba una pequeña inyección de él. Salió del cuarto de baño de prisa y fue hasta su habitación ( o leonera ). Tenía que encontrar la postal para poder seguirle la pista. Una vez la tuvo en sus manos marcó el número de teléfono de la Editorial que lo contrató. Al otro lado del aparato una señorita le dijo que hacía meses que Francisco Ulloa no trabajaba para ellos, que le parecía que lo contrataron en Planeta. La señorita no le pudo facilitar nada más de información, así que tuvo que dar muchos rodeos hasta contactar con la oficina central de Planeta. “Lo siento hace cuatro meses que no trabaja para nosotros. Pero si quiere le puedo dar la dirección y el número de teléfono del apartamento donde vivía ese hijo de puta. Aunque no le aseguro que lo encuentre, suele desaparecer cuando se le busca, el muy cabrón.” Vaya, por lo visto Fran había hecho algo más que conversaciones con aquella señorita. La dirección era de Londres. Con nervios marcó el teléfono. “Venga Fran, no me falles, a mi no”. Pero nadie contestaba. El agobio empezaba a apoderarse de su cuerpo. Él era el único que quizá aún la pudiera salvar. De repente una idea ingeniosa, no propia de ella en esos días, se le ocurrió. Llamó a correos ( después de hora y media buscando cómo) y preguntó, con su pésimo inglés, si vivía aún allí Francisco Ulloa de Riveira . “¡Bingo!” Al menos el apartamento seguía estando a su nombre. “ Bien, es una decisión arriesgada. Una locura más bien. Puedo llegar y quedarme sola en medio de Londres... En ese caso visitaré la ciudad” Quizá estuviera como una puta cabra, pero en ese momento le daba igual. Una leve esperanza le nació dentro.

Argumento de un maltratador

La maté, si. No lo pretendía pero la verdad es que se lo merecía. Traté de enseñarle a comportarse desde que nos casamos, porque si era mi mujer debía aprender a vestirse, a cuidar la casa, a hacer la comida... vamos, lo normal en una mujer. La muy ingrata nunca me dio las gracias. Otro la hubiera mandado a la mierda a la primera de cambio, pero yo no. No. Yo cada vez que se portaba mal la castigaba con algún bofetón o empujón, nada del otro mundo. Pero la imbécil sólo lloraba y lloraba pidiéndome perdón, aunque nunca aprendía. Se que su limitado cerebro de mujer le costaba aprender las pautas correctas, pero yo nunca perdí la esperanza!!. Recuerdo un día que se portó muy mal. Iba por la calle de camino a casa tras un día agotador de trabajo, cuando me la vi mirando un escaparate. La muy puta llevaba una falda por las rodillas y una camisa que dejaba ver su cuello. Mira que se lo dije: no vayas provocando, que ya eres mía. Pero no, no aprendía. Para colmo llevaba la bolsa de la compra aún. Ni siquiera sabía tener la comida a punto para cuando yo llegara!! La cogí del brazo y la llevé a casa , no sin dejar de escuchar sus estúpidos lloros y moqueos. Le di una soberana paliza para que aprendiera. Tuve que tener cuidado. Le advertí que usara camisas de manga larga y pantalones para disimular los golpes. Evidentemente en la cara no le hice nada. Yo si soy inteligente.
A los dos años nació nuestro primer hijo. La muy zorra no supo no quedarse embarazada. Lo hizo por venganza, ya que siempre se resistía a follar. Y yo sé por qué. En la cama dejaba ver lo puta que era. Le gustaba que yo la dominase. Aunque una vez me cabreé porque hizo algo que yo no le había enseñado. Creí que había estado con otro y le pegué. Después mi madre me dijo que había estado con ella toda la tarde, así que no pudo engañarme. Da igual, así aprendió por si acaso. El caso es que cuando nació el niño me dejó de lado. Siempre estaba cansada, (o eso decía). Y el enano llorando, moqueando, pidiendo comida... Dios, era como una prolongación de ella. Más de una vez estuve a punto de pegarle una paliza a él también. Si no lo hice fue porque tendría a los defensores del menor dándome el coñazo cada dos por tres.
Al año siguiente nació la niña. Y las molestias se duplicaron. Por quedarse embarazada de nuevo otro castigo le tuve que dar. La inútil no sabía controlar su coño.
Tres años más tarde, cuando más o menos ya la tenía domesticada, de nuevo se pasó dela raya, y esta vez demasiado. Cogí el ascensor , y cuando llegué a mi puerta no me lo podía creer: Ahí estaba mi mujer, en el umbral, hablando con un vecino!! Le di un empujón al hombre, y entré en casa soltando el maletín y cogiéndola del brazo. Me lloraba , me suplicaba, y me decía cosas tan inverosímiles como que sólo le había pedido sal. Qué estupidez.¿Acaso pensaba que yo no sabía que lo iba a meter en casa para follárselo? No pude más, la metí en la cocina y descargué mi furia. Cuando me tranquilicé ya era demasiado tarde. Yacía inerte en un charco de sangre. No recuerdo haber cogido el cuchillo, pero debió ser así.
Ya ve señor juez, que mis argumentos son de peso. La muy puta me sigue dando problemas incluso muerta.

Frio

Cuando la soledad te aprieta durante el día, fría, con garras finas, sólo se desea que llegue la noche para así fingir que todo es normal, que todo va bien. Así se pasan las horas, los días. Sin ilusión y sin ganas, sólo dejando escapar los minutos que no saben a nada.

Frase2

¿A dónde huir cuando tu refugio se convierte en ceniza?

Frase

¿Qué es llorar? Echar dolor por los ojos.

La vida que nunca quiso tener (3)

Se tumbó en la cama boca arriba. Todos los discos de Ismael Serrano y Sabina se acumulaban a su alrededor. En momentos así eran su mejor terapia para no salir de su miserable mundo. Era una caricatura de lo que una vez quiso ser. Se sentía tan jodidamente vacía... Estaba así desde que su última pareja la dejó con un montón de excusas en la mano. No fue gran cosa. Pocos meses. Ni siquiera él era alguien con quien soñar cada noche. Pero la hizo volar. Ya hacía más de tres años de aquello. Intentó todo. Odiarlo, amarlo, quererle como amigo, pasar de él, estar a su lado... Todo inútil. El vacío seguía dentro. Pensaba que seguía ahí porque aún no había vuelto a volar. El caso es que en su vida no había un amor eterno, de esos que perduran en el tiempo hasta que un día, pasados diez años, se volvieran a encontrar, en otra ciudad quizá, y el amor renaciera para nunca apagarse. Eso no le ocurriría jamás. Por no tener no tenía ni con quién soñar. No tenía un amor pasado con el que desease volver. A veces cerraba los ojos en un intento por regresar a los momentos en los que fue feliz. Sabía perfectamente que la felicidad es fugaz. Sabía todas aquellas filosofías y doctrinas que dicen que hay que buscar el equilibrio en el interior, y la paz, y toda la felicidad en uno mismo. Sabía muchas cosas. Pero ninguna la llenaba. Y eso que lo probó todo. Desde la religión hasta la filosofía. Él, su última pareja, el que aún aparecía en algún momento del día a día, se había ido a Málaga, ciudad donde siempre deseó regresar, y por fin consiguió estar con su amor platónico. Realmente era feliz. Y ella se sentía realmente malvada. Tanto decir y fingir que quería lo mejor para él, que le deseaba que fuese feliz en su vida, cuando en realidad soñaba con que fuera desgraciado sin ella, que no consiguiera sus sueños, que estuviera con su amor platónico y se diera cuenta que a quien amaba de verdad era a ella, que viniera destrozado, hecho polvo, y que su único anhelo fuera estar a su lado. “No debería desear estas cosas” se decía a menudo. Pero lo hacía, y un nudo de rabia e impotencia crecía en su interior. No conseguía aparcar ese deseo. A veces se encontraban por la red. Él le contaba lo feliz que era, y ella disimulaba y fingía alegría al mismo tiempo que se inventaba un “ yo también lo soy” y omitía tener que contestar “ no, aun no tengo pareja estable”. Quizá la solución fuera eliminarlo de su círculo vital. Fuera del ordenador tenía menos posibilidades de verlo. La última vez ya fue hacía un año. En un bar. Tenía prisa, porque cuando ella llegaba él, o más bien ellos, se iban. Así que tan solo fue “ Hombre, que de tiempo, a ver cuando podemos quedar para charlar. Ya te llamo si vuelvo por aquí. Avísame si vas a Málaga” .Calvo por completo, con esa vestimenta que nunca le quedó bien, y a su lado una mujer morena, rellenita. Pero los dos con una jodida sonrisa de felicidad que no les cabía en el cuerpo. Amelia ese día salió para tomarse un par de tequilas que la hicieran despejarse de su trabajo monótono, de su jefe salido, de sus compañeras pedantes, en definitiva, de su odiosa vida. La que nunca quiso tener.
El caso es que sabía ( él se lo confesó una tarde por el ordenador) que él aún soñaba con su cuerpo , su boca, sus besos, sus manos, sus caricias más de una noche. Eso la hizo sentirse peor. “Caraho, ahora resulta que sólo echa de menos follar conmigo. Tan sólo fui eso en su vida: una gran folladora”

La vida que nunca quiso tener (2)

Amelia miraba por la ventana. Llevaba así un par de horas, con la cámara de fotos en la mano. Había sacado unas cuantas de su jardín. Era primavera y ya las flores adornaban las macetas. El olor a jazmín impregnaba la entrada. Aún el limonero, ni el naranjo, ni el peral, ni los granados dieron frutos. Nunca lo daban. Sólo el almendro unas semanas antes lo consiguió. Rojos, amarillos, blancos, verdes fuertes, adornaban cada rincón. El sol calentaba más que nunca. Los gorriones ya se habían comido el pan que les echó en el suelo para poder fotografiarlos mejor. La vida inundaba el jardín.
Eran las 15.30 y aún no había comido. No le apetecía . Sólo pensaba en cómo cambiar su vida. Creyó conveniente desprenderse de las personas que no le aportaban nada. Números de teléfonos, contactos de e-mails, que sólo rellenaban huecos, y que cuando se ponían en contacto no le daban nada positivo. Esa tarea no era sencilla. Nunca lo había hecho pensando en “¿Y si un día necesitan hablar conmigo?” Pero esta vez quería ser egoísta. Quería pasar de aquellas personas que nunca estuvieron a su lado cuando las necesitó. Dejó la cámara encima de la mesa, encendió el ordenador, fue hasta el grupo de contactos, y puso la flecha del ratón sobre uno de ellos. Ya está, sólo tenía que darle a “Eliminar contacto”. Así de sencillo. Pero el dedo no apretaba el botón. “¡Maldita sea!” No tenía el valor necesario. De repente una inmensa desolación la invadió. Nunca conseguiría su cambio. Nunca conseguía sus propósitos. Paseó por sus archivos y vio la cantidad de relatos a medio hacer que se le acumulaban. Pensó en su colega Fran. Él siempre tuvo la paciencia y decisión de terminarlos. Ahora estaría en Londres o Nueva York dando alguna conferencia sobre su último libro. Hacía casi un año que no recibía una postal desde su ubicación actual. Lo echaba de menos. Fran siempre le decía que conseguiría ser la mujer que deseaba, y la ayudaba a ver lo absurdo de algunos problemas. Pero ya no estaba. Y ya su ilusión de cambiar se desvanecía. Pensó también en Clara. Tan artística como siempre. Al final consiguió hacer una exposición de cuadros y ahora estaba en Francia viviendo la vida que siempre deseó. Lo último que supo es que daba clases de filosofía, y los fines de semana trataba con subastadores, restauradores, filántropos, pintores... Siempre fue puro arte. Se acordó de Inés, que por fin consiguió que la contratasen en la ONU, tenía su casa en Alemania, con perro incluido y aquel marido obediente. Marta, Daniel, Raúl, Julia... Todos con sus objetivos cumplidos. Todos fuera. Y ella ahí. En el mismo lugar. Trabajando en el museo durante la semana y restaurando obras algunos fines de semana. Sus sueños rotos, las ilusiones de niñez perdidas. Su vida, diferente a la que soñó. Anclada en una monotonía asfixiante. Veintiséis años. Veintiséis años absurdos y sin sentido.

La vida que nunca quiso tener (1)

Ella sabía perfectamente que su vida dependía de los actos de cada día. Pero le daba igual, porque a su alrededor no había quién le alabase o le intensificase el valor de sus acciones. Así que una mañana, sin más, decidió empezar a vivir. Decidió empezar a ser el tipo de mujer que salían en los libros de Arturo Pérez Reverte. Esas mujeres siempre eran frías por fuera, enigmáticas, sabían lo que hacían y por dentro guardaban un huracán en llamas. Siempre estaban solas, pero eran muy inteligentes. Y al final un galán las rondaba y ellas hacían como si pasara de ellos. Siempre eran historias interesantes. Quería ser así. Formar parte de un libro. Pero sabía que era complicado saltar de un libro a otro. Cuando se nace uno queda atrapado entre las páginas blancas que cada día ha de ir rellenando. Pero quería cortar ahí. Ya eran años suficientes. Ya bastaba de ser bobalicona, generosa, buena, y olvidar el daño pasado. Quería esta vez ser la que dañaba y no la que es dañada. Su naturaleza no era así, pero estaba decidida a cambiarla. No sabía las consecuencias que le podrían traer ese cambio brusco, pero le daba igual. Al final, uno es como la gente te ve y poco importa como tú crees que eres. Así que pensaba que si se mostraba fría, quizá llegara a serlo; que si se mostraba serena, quizá lo fuera; que si pasaba de los hombres, puede que un día lo consiguiera. No sabía cómo empezar aquello, ni si era la mejor solución. Quizá de tanto intentarlo algún día lo consiguiera.

Recuerdos

Desde que volví a tener contacto con una antigua amiga, no he podido reprimir el deseo de tener también contacto con mi ex.Al igual que con ella la intención no es volver a tener una amistad, si no simplemente hablarnos de vez en cuando (qué menos, pues nos conocemos desde los 4 años), el querer saber de mi ex no significa que sienta todavía amor. Pero viví cosas muy bonitas y especiales a su lado (también malas, pero esas es mejor olvidarlas) y solo quisiera poder decir un "¿qué tal te va?". Pero me siento como los salmones luchando contra la corriente. Las cosas del pasado quizá sea mejor dejarlas ahí, no obstante, los momentos vividos nadie me los va a quitar. Pero sólo quería hablarle de vez en cuando. Si lo hago con una antigua amiga, pues igual o más lo deseo con él. Aunque me temo que no va a ser posible.
Añado un trozo de una canción de Ella baila sola:

Hoy he estado repasando fotos, cartas y regalos, hace tanto que no sé de ti. Recordando he recordado una frase del pasado: que siempre confiara en ti. Y seguro que si, que aun te acuerdas de mi, que aquellos días oscuros no empañan lo bueno que hubo. Yo se que nunca te olvidaré, que aquellos días oscuros no empañan lo bueno.

Horas

En las horas tempranas,
cuando el jazmín se abre
y las nubes se disfrazan de borregos,
se me antoja añejo el recuerdo de tiempos mejores.
Cuando la vida florece,
mis hojas caen marchitas,
o yo las sesgo sin piedad.

Un temor

Durante la vida nos cruzamos con muchas personas, que nos van configurando como persona. Todas dejan algo en nosotros. Así que al final somos una mezcla de los demás. Sin duda, gente que nos influye son aquellos a los que hemos amado y nos han amado. Nos marcan, como una marca a fuego en el culo de una vaca. Y me puedo sentir afortunada, pues he amado hasta perder la cordura, y sufrí las consecuencias. El caso es que anoche me asaltó un temor: ¿y si no vuelvo a sentir nada así por nadie? ¿Y si mi corazón se ha jubilado? ¿Y si ya nadie me hace estremecer? Me da más miedo no amar, que amar y salir escaldada.

Quiero nieve

Nunca me ha nevado encima. Es porque vivo al ladito del mar. Una vez fui a Sierra Nevada, tendría 8 años. Recuerdo que fuimos con mis primos y mis tios. Mi primo Miguel y yo nos subimos a una bolsa grande a modo de trineo. Bajamos rápido y delante se erguía una roca. Mi primo, que iba delante, saltó cual Indiana Jones, solo que se olvidó de la chica:yo. Que me quedé mirando a la piedra y gritando, incapaz de saltar como él. No recuerdo qué pasó al final. El caso es que no nevó. Era todo nieve aplastada o hielo. Y me hace ilusión. Quiero que caigan copos de nieve en mi cabeza. En fin, algún día.

Por cierto, últimamente no estoy inspirada para escribir. No me salen relatos ni poesías. Estoy demasiado estable emocionalmente.

Mi Melancolía

El poema "Me gustas cuando callas" de Pablo Neruda, alguna canción de Sabina, y la melancolía, ah hermosa forma de saberse viva.
Que mi melancolía es una madrugada, el arrullo del mar, una vela de mieel, la lluvia y los labios fríos, una gran ciudad, la sal en la piel, la arena en los bolsillos, el pelo medio recogido, aqueella mirada y aquel olor, una habitación a penas iluminada, la calma, un susurro, un café nocturno y un tequila barato con limón. La lágrima que nace sin saber muy bien por qué, y la sonrisa que se escapa del frío. Un cuento de duendes y gigantes, un diario de la infancia, el primer dibujo, una película.
Melancolía es una noche y un día, es el calor y el invierno.
Ah, dulce y amarga, siempre la podemos acariciar si ponemos un poco de interés.

En la alfombra

Estaba sentada en la alfombra del dormitorio, con la parte de abajo del pijama (ese tan ridículo, el de ovejas rosas que espantan cualquier atisbo de erotismo) y una camiseta interior de tirantes. Era de madrugada, la pequeña lámpara acariciaba las sombras. Y sin saber cómo ni por qué, me sentí pequeña, muy pequeña, minúscula, y sola, muy sola (en realidad solo tomé conciencia de mi ser, pues somos átomos en el planeta, y nacemos y morimos solos) Extendí las manos y vi que en una de ellas había todos los sueños y deseos que se perdieron o maté. Y en la otra ganas de seguir descubriendo la vida. De repente Fito (con sus fitipaldis) cantó, yo sonreí y me sentí abrazada por el universo.

Mentiras

Hay solamente dos verdades: la muerte, y lo que pensamos.
La muerte nos va a pillar a todos, aunque luchemos contra ella. No podemos evadirla, sólo adelantarla o retrasarla todo lo que podamos.La muerte no nos miente, llega sin más. Las personas nos pueden mentir, no decirnos que tenemos una enfermedad terminal, no decirnos que un pariente ha muerto... Pero la muerte no, ella llega y nos certifica que estamos muertos.
Y lo que pensamos. Ahí dentro, en nuestra mente, radica la verdadera libertad. Aún no se ha inventado la forma de controlar los pensamientos ( y espero que nunca lo hagan). Nos pueden manipular, nos pueden ocultar información. Pero nadie nos obliga a no pensar. Somos libres mentalmente, aunque nos quieran conducir como borregos. El problema es si la gente lo sabe. Si no saben que les conducen, no pueden pensar con autonomía. Aunque hay personas que prefieren seguir la corriente, pues pensar, meditar, puede llegar a ser un proceso frustrante, que causa dolor de cabeza, y a veces también dolor de conciencia. Pero en el cerebro, amamos, odiamos, criticamos, soñamos... con total libertad, el subconciente dicen algunos. Y luego, pasamos todo por el filtro de la sociedad, la moda, lo politicamente correcto. Por la conciencia, dicen. Por el juego de vivir en sociedad, en comunidad. Por eso, dentro de nosotros, al ser sólo uno, podemos pensar libremente, pues sólo nos debemos explicaciones a nosotros mismo. Y cuanto mayor sabemos, de la vida, de lo que nos rodea, del pasado y del presente, con mayor libertad podremos pensar. En algunos paises ( desgraciadamente no en todos ) podemos expresar lo que pensamos o sentimos con las letras. Porque con las palabras podemos expresar todo, sólo hay que saber cómo colocarlas. Claro que, ´haciendo esto, tenemos que asumir que las palabras serán leidas (quizá) y criticadas, analizadas, por otras mentes. Pero ese es el juego. Además, muchas veces, desde que pensamos algo hasta que lo transformamos en letras, se pierden contenidos o ideas. Simpre pienso que si en vez de escribir, grabara en cintas todo lo que pasa por mi cerebro, ahora tendría tantas cintas como estrellas en el cielo.
Hemos nacido, y si por culpa de esta humanidad absurda no podemos ser realmente libres físicamente, pues ¿por qué no serlo mentalmente? Es lo único que nos queda.
La verdad es que la muerte y nuestra mente ( o subconciencia) son las únicas cosas en que podemos creer en esta vida.

No llueve

Este invierno está siendo seco, el cielo no trae lluvia y todo parece más viejo y cansado y sucio.
No hay agua que se lleve la polución, ni avive el olor del limonero.
El romero se está muriendo junto con el almendro.
No hay vida que caiga del cielo.
Las losas son más grises, mis pulmones más negros.
Mis zapatos no tienen barro, porque todo está quieto.
Sólo el agua de la mar, se agita, y grita, recordando que ella sí está,
dispuesta a entregar vida que las nubes recojan y luego calmen la sed.
Ella está ahí.
Pero algo pasa, que el vapor no llega,y mientras todo se seca.

De Javier Vela

LEVEDAD
Catedrales de arena se erigen a mi paso
y en un golpe de mar a su nada regresan.
Es olvido el latir que revuelve las aguas,
es tiempo este fugaz dolor de la existencia.

VOCES
Oigo un rumor de voces sin origen,
un susurro violento, imprevisible,
que habita en los resquicios del silencio,
en las miradas fijas
de la pared difusa…

Me preguntan quién soy. No respondo.
Acaso desconozco la respuesta,
acaso se me escapa de las manos
como un mar abisal, inabarcable.

Quedamente, las voces se retiran;
mas volverán mañana a preguntarme
quién se esconde detrás de las palabras.