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Nagara

La vida que nunca quiso tener (4)

La tarde iba muriendo. A medida que pasaban los minutos más nubes oscuras se acumulaban en el cielo. “Esta noche lloverá y no se verán las estrellas” En las grandes ciudades las estrellas no se ven nada o casi nada. Si acaso las de cine o música. Pero en ciudades como Cádiz eran esas estrellas las difíciles de visualizar. Las del cielo, los astros, siempre se veían con claridad. La estrella Polar, la Osa Mayor, la Menor, el Cinturón de Orión... Sólo cuando había Luna llena costaba un poco, pero bastaba con bajar a la playa para verlas. Y entonces el paisaje era espléndido. La gran Luna arriba, dejando su surco de luz en el mar oscuro en calma, y las estrellas alrededor. Pero esa noche no sería así. No se vería nada de eso.
Llevaba todo el día dándole vueltas a la cabeza. Las mujeres de los libros que solía leer nunca actuaban de ese modo. No dejaban pasar las horas haciendo nada. Lo que le confirmó que por ese camino no llegaría a cambiar. “Maldito seas Fran, ¿ dónde te metes?” Necesitaba que fuera a su casa, que le diera una bofetada, que la incorporara, y le dijera eso de “ Es un cabrón, no le des más vueltas.”

Pero a saber dónde andaba ahora. Pensó en llamarlo, localizarlo allá donde estuviera, y pedirle, rogarle que la rescatara. No le pareció lo más adecuado. Le fastidiaría sus conferencias, sus firmas, sus contratos... Ya no estaba allí. Nunca volvería a estar. Como mucho tendría que esperar a que llegase una postal o algún e-mail.
Se levantó sin ganas para ir a la cocina y beber un poco de agua. Vaya cocina. Hacía una semana que no limpiaba, ni fregaba, ni ordenaba aquello. Dudó en si hacerlo en ese momento, pero rechazó la idea para más tarde. Se acercó al cuarto de baño. Se miró sin querer en el espejo: ojeras hasta el suelo, ojos rojos de pasar las noches en vela, el pelo moreno recogido en una coleta mal hecha, el pijama de cuadros lleno de miguitas de pan y pelusas... “ Desde luego estoy hecha un cuadro. Llevo una semana de vacaciones y ya estoy así. A este ritmo no aguanto el mes entero.” En ese momento se le ocurrió algo que de absurdo que parecía era buena idea. Viajaría a ver algún amigo. Y el primero en quien pensó fue en Fran. Iría donde estuviera, charlarían, tomarían copas, se lo pasarían bien, y luego ella regresaría dejándolo seguir con su vida. Muchas contrariedades se le pasaron por la mente: quizá no tenga tiempo. No le apetecerá verme...” Pero decidió que por intentarlo no pasaría nada. Sólo necesitaba una pequeña inyección de él. Salió del cuarto de baño de prisa y fue hasta su habitación ( o leonera ). Tenía que encontrar la postal para poder seguirle la pista. Una vez la tuvo en sus manos marcó el número de teléfono de la Editorial que lo contrató. Al otro lado del aparato una señorita le dijo que hacía meses que Francisco Ulloa no trabajaba para ellos, que le parecía que lo contrataron en Planeta. La señorita no le pudo facilitar nada más de información, así que tuvo que dar muchos rodeos hasta contactar con la oficina central de Planeta. “Lo siento hace cuatro meses que no trabaja para nosotros. Pero si quiere le puedo dar la dirección y el número de teléfono del apartamento donde vivía ese hijo de puta. Aunque no le aseguro que lo encuentre, suele desaparecer cuando se le busca, el muy cabrón.” Vaya, por lo visto Fran había hecho algo más que conversaciones con aquella señorita. La dirección era de Londres. Con nervios marcó el teléfono. “Venga Fran, no me falles, a mi no”. Pero nadie contestaba. El agobio empezaba a apoderarse de su cuerpo. Él era el único que quizá aún la pudiera salvar. De repente una idea ingeniosa, no propia de ella en esos días, se le ocurrió. Llamó a correos ( después de hora y media buscando cómo) y preguntó, con su pésimo inglés, si vivía aún allí Francisco Ulloa de Riveira . “¡Bingo!” Al menos el apartamento seguía estando a su nombre. “ Bien, es una decisión arriesgada. Una locura más bien. Puedo llegar y quedarme sola en medio de Londres... En ese caso visitaré la ciudad” Quizá estuviera como una puta cabra, pero en ese momento le daba igual. Una leve esperanza le nació dentro.

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