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Nagara

Diciembre 2003

No es suficiente.

Tirada en la cama boca arriba sólo la imagen del techo me acompaña y el abrazo de la fría soledad. Llega el invierno. Y me hundo al descubrir que aún añoro su olor, su caricia, su sabor. Inocente o ingenua, quizás ya loca, pero daría un día de mi vida por una noche de mentiras en las que su presencia me haga creer que aún me ama. Sabiendo que no es lo mejor que necesito, y que siempre he buscado otra cosa, añoro su ser, incluso pasar las noches dándole vueltas a sus acciones. Porque ahora paso las noches despiertas dándoles vueltas a por qué no le sirvo , por qué no le lleno, por qué busca otra cosa. Las lágrimas, una vez más, que acompañan a mi roto corazón ya bailan sobre la almohada. Y cada día es un nuevo teatro, porque nadie debe saber, y menos tú, que te deseo cada madrugada. El dolor que me causó, y me causa, no es suficiente para olvidarlo, no lo es. Empiezo a acostumbrarme al mismo tiempo en que empiezo a morir. Mis alas rotas reposan en el suelo, mientras mi rostro ya no se ilumina con alguna ilusión. Cada día lo olvido y lo recuerdo. Como sombra perpetua me acompaña sin podérmelo despegar de mi cuerpo. Si obsesión o amor eterno ,no sé lo que es, no sé diferenciarlo. Y sigo viva entre la muerte de los sueños y entre las arañas que me envuelven la espalda con recuerdos de la caricia de sus dedos. Y por mi cuello recorren sus labios fantasmas, y mis senos toma con manos invisibles. Encadenada a su ser me encuentro, pues me podría esconder y escapar para siempre, pero siempre estaría en mi y en mi cuerpo desnudo. Por más lágrimas que caigan no son suficientes para alejarlo de mí. Y no lo sabe, y no lo saben, pero no es suficiente, no.

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