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Nagara

Este absurdo planeta.

Un niño en Israel se tapa los oidos con las manos para no escuchar los disparos que los hombres tiran a modo de protesta. Está quieto, de pie, luchando a contracorriente. Los hombres adultos pasan en su marcha de protesta. Nadie lo mira, nadie lo ve. Lo apartan. No existe. Pero un reportero cámara en mano lo graba y me lo manda hasta casa.

Una mujer en Gaza está sentada delante de la puerta de la que fue su casa y que hoy es todo ruinas.Tiene una manta a su lado y la mirada perdida, quizá buscando un por qué, una razón. Lágrimas se le amontonan en los ojos. Nadie se detiene ante ella. Nadie le tiende la mano. Pero un reportero cámara en mano lo graba y me la manda hasta casa.

Una familia entera es enterrada en Iraq. Terminó la celebración de la boda. Amigos y familiares los llevan envueltos en mantas. Niños que no jugarán más.El matrimonio casado con la muerte. El cantante de la orquesta que jamás entonará canción. Pero un reportero cámara en mano lo graba y me los manda hasta casa.

Prisioneros de Iraq son humillados, violados, tratados como basura por militares estadounidenses. Las fotos llegan a todo el mundo. Nadie se irrita, nadie llora, son nada, son ellos. Y un periódico lo publica, y un reportero los trae hasta mi casa.

En mi casa sueño que los tengo, y los abrazo, los cobijo, les doy libertad y la vida arrebatada.Juntos en el salón vemos cómo Bush sonríe, cómo los militares se escabullen, cómo todos pasan, todos callan. No son nada, son ellos. Y ellos son todos, somos ellos, somos nada, somos todo. Les doy vida, libertad, en mis sueños. No están solos, no. No serán olvidados. No serán muertos en mi mente. Están en mi salón. Porque soy ellos, somos ellos, somos nada, somos todo.

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